12.8.17

Entropía representativa y grupos de presión: surge el partido Nacional-Globalista


2a. quincena, agosto 2017


Entropía representativa


Uno de los politólogos más serios advierte, en un artículo sugestivamente titulado “El suicidio de las ballenas”, que los cetáceos representativos pueden autoeliminarse.1 La partidocracia uruguaya pone, ante la creciente defección de la población, todas sus esperanzas en la pulsión electoral, ya desde hace décadas asistida por la multa en moneda corriente. Antes que encontrarse en riesgo de extinción electoral, la especie partidocrática se encuentra amenazada, según Bottinelli, por una crisis de credibilidad pública que puede generar alteraciones permanentes en las bases nutrientes del medio ambiente social.

Conviene observar que el diagnóstico del experto no parece en sí mismo arriesgado, sobre todo si se tiene en cuenta que el propio planeta parece dirigirse en masa hacia un cataclismo biopolítico del mismo tenor. Quizás en su momento no se prestó los oídos que merecía a los ayes que provenían del propio presidente en ejercicio, cuando en aquel temprano 1995 en que amanecía la web multimedia, ya anunciaba desde su egregia cúspide que “los medios y las encuestas son más poderosos que los estados y los gobernantes”.2 Al día de hoy nos encontramos con que el mismo augur proclama que “The house of cards” ha propiciado el descrédito del sistema de partidos en EEUU, de forma que ha favorecido indirectamente el irresistible ascenso de Donald Trump. ¿Qué decir del ocaso, en la cuna misma de la democracia política moderna, de los partidos históricos (post-gaullistas y socialistas), desplazados por un partido cuyos militantes celebran sus asambleas partidarias a teclado batiente?

Vaticinamos desde ya, que mantenido a flote por los salvavidas idiosincráticos que propician las dos máximas rectoras de nuestro ethos político (“no le hagas el juego a...” y “podría haber sido peor”) el sistema de partidos uruguayo logrará una atinada y propicia reconversión, destinada a salvar lo único que queda por delante: la fachada. Ahora, sólo la partidocracia sabe lo que le queda por detrás del frente (sin que lo anterior signifique alusión ninguna a un reconocido Tribunal de Conducta Política que juzga al vicepresidente en ejercicio). Si el demos hace mutis incluso por la urna (según lo sostiene Bottinelli, estaríamos ante una crisis de credibilidad, no de electorado), entonces los representantes públicos quedan -famélicos ante el faltante de nutrientes- a la merced de algunas mafias institucionales convenientemente maquilladas de opinión pública. Quizás la mejor estampa de esa liquefacción representativa sea la actual competencia entre el MPP y el Partido de la Gente, que según refiere el politólogo antes citado, pugnan entre sí por ganar la misma base social ideológicamente decorticada.3


Grupos de presión


El ser se manifiesta, según Heidegger, por los sentimientos opuestos del júbilo y la angustia.4 Otro tanto podría decirse, respecto a la democracia representativa, de los grupos de presión: tanto podían encaramarse en los lugares más propicios a la manipulación cuando la representación gozaba del mayor prestigio, como denotar ahora la cruel ausencia de todo piso real, cuando ponen en ridículo la legitimidad delegada.

En Francia se hizo famosa la curiosa coincidencia partidaria de los funcionarios de una comuna (que correspondería a una alcaldía de nuestro actual sistema municipal): todos eran miembros del Partido Comunista. Quizás los partidos comunistas hayan ofrecido el mejor ejemplo de un grupo de presión que aprovechó, en su momento, el “júbilo” simbólico de la democracia representativa. La autoridad “organizativa” del disciplinamiento que infundían, se revestía tanto de la legitimidad social del presente como de la fatalidad histórica del futuro. Esa estrategia de grupo de presión en las estructuras institucionales no logró, en el caso de los partidos comunistas, sortear la propia declinación del paradigma que los auspiciaba. El modelo cayó, por dentro y por fuera de fronteras, aplastado bajo el peso del propio realismo socialista que proclamaba.

En el polo inverso de la falencia representativa parece situarse al presente la encrucijada del sistema de partidos. En un reciente evento partidario un orador protestó contra la ostentación de la bandera de la diversidad en la propia sede central del Partido Nacional. Calurosamente aplaudido por los asistentes según el informe periodístico, se vio sin embargo cuestionado por una tímida defensa de la diversidad de género por parte de algunos oradores, que sostuvieron “que los blancos (nacionalistas) somos diversos”.5 Parece difícil que una diversidad que apunta a la pluralidad de géneros y otra que sostiene la ortodoxia binaria en la materia, puedan sumarse sin diversificarse nuclearmente. ¿Que percepción de la entidad partidaria nacionalista posibilitó que la bandera de la diversidad de género ondeara en la sede de un partido cuyas bases parecen tan lejos de la flamígera diversidad? ¿O se trató, ante todo, de sumar un jirón más de base social?

Parece incuestionable que este tipo de polémicas o contradicciones aumenta la irradiación de las reivindicaciones transversales a la sociedad, por encima de las pertenencias macro-sociales que trasunta la ideología. Desde el punto de vista del incremento de la incidencia de los movimientos sociales y de opinión en el conjunto de la escena pública, estamos indudablemente ante una buena noticia. Pero al mismo tiempo este escenario plantea la pregunta acerca de la tergiversación que pueden sufrir las reivindicaciones de los movimientos sociales cuando degeneran en posiciones explotadas, con fines particularmente institucionales, por grupos de presión enquistados en la estructuras (macro)representativas, particularmente las estatales.

El problema que se plantea no consiste en saber si una tendencia de opinión puede cometer o no un exceso o incurrir en un desliz respecto a los propósitos que la animan, llevada por el impulso de la convicción. Los lamentos por los “excesos” del pasado siempre fueron -en particular desde la Revolución Francesa, de la parte de ex-revolucionarios (o entre nosotros de “guerrilleros arrepentidos”) una señal de adhesión al poder, cuando no provenían directamente de los sectores conservadores (como ocurrió, en el Uruguay, al fin del período totalitario, con monsergas contra el “violentismo”).

El problema consiste, por el contrario, en que desnaturalizadas por el sello de la impronta institucional, las reivindicaciones sociales más sentidas por un trasfondo movilizado de la sociedad puedan confundirse con dictados soberanos. Hacia fines del año pasado una militante de la “nueva agenda de derechos” renunciaba a la estrategia partidaria como vía adecuada para la transformación de la sociedad, desencanto que se comentó desde este blog con tono irónico. La ironía apuntaba a denunciar la fatal infelicidad de un “matrimonio de conveniencia”: las estructuras de representación del todo social no pueden hacer lugar a desbordes reivindicativos, sin alterar ipso facto la media representativa de un equilibrio general que constituye su propia razón de ser.6

Hoenir Sarthou cuestionó más recientemente, en el sentido inverso a ese estado de equilibrio representativo, la pretensión de hacer lugar a formas de sensibilidad que obviamente no son ampliamente compartidas por el común.7 Difícilmente Sarthou se oponga, desde una columna que se denomina “Indisciplina Partidaria”, a que un colectivo, una orientación dentro de la sociedad, o una familia adopten determinadas pautas de educación sexual. Seguramente la denominación “indisciplina partidaria” se asociaría, ante todo, con la idea de que un órgano colectivo no puede esgrimir pautas claramente sectoriales sin ofender un campo de libertades compartidas. A no ser que ese colectivo esté definitivamente entregado, en su desamparo representativo, a grupos de presión que quieren marcar desde lo alto el camino. Quienes así lo pretendan, pueden desde ya tomar ejemplo de los partidos comunistas del pasado, a costa, es cierto, de no considerar lo que queda de tales aparatos en el presente.


Surge el partido Nacional-Globalista


Aquejado quizás por la angustia que domina a todo especialista, que aspira a mejorar el dominio de su saber cuando lo ve en vías de deterioro, Bottinelli se pregunta por la solución que podría poner coto a la descomposición de los organismos partidarios. Entiende que nada sería tan propicio a una salida exitosa como una alianza entre sectores que reeditara, en clave de diversidad ideológica, el contexto del antiguo consenso que primó durante la hegemonía batllista.8 Bottinelli no parece tener en cuenta el antecedente que significó el MLN-Tupamaros en tal sentido, en cuanto sin definirse ideológicamente, se proponía al mismo tiempo reunir detrás de un proyecto de Liberación Nacional, a sectores ideológicamente diversos (marxistas-guevaristas, battlistas-colorados, blancos-nacionalistas, cristianos de izquierda, socialistas tercermundistas, etc.). Incluso el MPP no ha hecho otra cosa, liderado por Mujica, que intentar contraponerse al sector del Frente Amplio que proviene de la izquierda tradicional (que el MLN consideró siempre un adversario táctico), mientras por otro lado el mismo Mujica no cesaba de hacerle guiñadas a los sectores ex-wilsonistas, como lo señalamos oportunamente en este blog.9

El problema no consiste en que la clase política no atisbe que su supervivencia exige recomponer el bloque político que gobernara durante la “sociedad batllista”, sino en considerar bajo qué condiciones, al presente, una configuración representativa puede consolidarse como efecto de los asuntos públicos. La crisis de la representación es ante todo una crisis del vínculo presencial entre los individuos. La índole genuina de la representación está más cerca del término “presencia” de lo que cierta doxa empirista-cuantitativista cree: no existe representación sin condición presencial en el punto de partida del proceso representativo. Eso es efectivamente lo que la artefactualidad del presente social excluye, en aras de la virtualidad de los vínculos interpersonales.10 Con una economía penetrada por el capital transnacional (que incluso el desarrollismo progresista presenta como desideratum) y una sociedad atravesada por formas de mediación a distancia (léase redes sociales y plataformas mediáticas), la condición de la delegación representativa, en cuanto exige la cohesión orgánica y nacional de una totalidad social-territorial, luce como un despojo obsoleto.

La articulación mundialista exige, con tales bases del presente, que el campo interno al país luzca como una variante sucedánea del paradigma globalizador. Esa articulación requiere a su vez subordinar los movimientos sociales y de opinión a normas de “corrección política”. Normativamente supeditados a las estructuras estatales y porosos, desde allí, a las orientaciones que imprimen los organismos internacionales (bancarios, comerciales, jurídicos, universitarios, etc.), los movimientos de la base social se reducirían a un contexto menor y manejable, de grupos de presión enquistados en las estructuras institucionales.

La matriz mundialista fue infundida en el Uruguay por el conflicto en torno a la industria de pasta de papel instalada por la empresa Botnia. Conviene tener en cuenta que una neta mayoría de la opinión pública creyó estar defendiendo una reivindicación nacional contra la Argentina, cuando en realidad defendía una estrategia transnacional contra un movimiento ambientalista. El campo Nacional-Globalista11 ya está configurado entre nosotros y no parece provenir del ámbito politológico un planteo alternativo. Quizás porque la politología de la alternativa no podría abrirse paso sin cuestionar el rol de las estructuras del Estado en el presente de la globalización, ni dejar de considerar como esas estructuras se ven llevadas, para sostener una fachada representativa, a hacer lugar a grupos de presión.

Como lo señala Gonzalo Ferreira,12 al quedar como presidente de la Asamblea General en caso de renuncia de Sendic, Mujica (desde ya, con el pulgar hacia abajo respecto al vicepresidente) se encontraría en la mejor situación para manejar el contexto de las políticas de alianzas. Recuérdese en particular el idilio personal que mantuvo durante su presidencia con el Congreso de Intendentes, donde se encontraba concentrada (y sigue así en este período de gobierno) la mayor incidencia política del Partido Nacional. Conviene asimismo recordar que le ha arrastrado el ala a ese sector, acompañado de su gobierno, a partir de la celebración del bicentenario de la independencia, con el intendente blanco de Soriano.13 Se cumpliría así el sueño el antiguo político “blanco” que Mujica nunca dejó de ser: demostrar que la auténtica transformación pasa por el nacionalismo. Esa orientación significa, en cuanto prospere a través de un devenir de “políticas de Estado”, nutridas a su vez de “corrección política” en el curso de la mundialización, el surgimiento del Partido Nacional-Globalista.



1 Bottinelli, O. “El suicidio de las ballenas” Factum (01/07/17) http://www.factum.uy/analisis/2017/ana170701.php
2 Pereira, G. “Sanguinetti cree que los medios son “más fuertes” que los estados y los gobernantes” (14/09/95) Búsqueda, Montevideo, p.10.
3Ver al respecto la afirmación al final del video: Bottinelli, O. (entrevistado por N. Fernández) “El gobierno no tiene una idea-fuerza clara en este período” (julio 2017) Factum http://www.factum.uy/entrevistas/2017/ent170710b.php
4Heidegger, M. (1951) El ser y el tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, p.151.
5Diario Atlas (11/07/17) http://www.diarioatlas.com.uy/?p=33676
7Ver Sarthou, H. “El sexo en la escuela”, Voces (27/07/17) Montevideo, p.5 y posteriormente “Error y diversidad” Voces (02/08/17) http://semanariovoces.com/error-diversidad-hoenir-sarthou/
8Bottinelli, O. (entrevistado por N. Fernández) “El gobierno no tiene una idea-fuerza clara en este período” (op.cit.supra)
9“Bicentenario, Patria Gaucha y Patria Chaucha: no es lo mismo pero da igual” http://ricardoviscardi.blogspot.com.uy/2011/05/bicentenario-patria-gaucha-y-patria_312.html
10Respecto al artefacto dice Derrida: “(...antes que saber de que está hecho, hay que saber que está hecho...)”: la materialidad es desplazada por la inteligencia programadora. Ver Derrida, J. (1998) Ecografías de la televisión, Eudeba, Buenos Aires, p.15.
11Nacional-Globalismo: el título de uno de los capítulos de Viscardi, R. (2013) Contragobernar, Maderamen, Montevideo.
12 Ferreira, G. “Una ayudita de Mujica” El Observador (27/07/17) http://www.elobservador.com.uy/una-ayudita-mujica-n1103683
13 “Bicentenario, Patria Gaucha y Patria Chaucha: no es lo mismo pero da igual” (op.cit.supra)